un diario posible: enero 2012

viernes, 20 de enero de 2012

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Desde arriba el Napostá parece
una masa inmóvil
de barro, algas y musgo.
De cerca se ven
pequeñas porciones de agua
que el viento,
que mueve los pastos
y las mínimas totoras,
apenas roza.
También hay gotas
tal vez de insectos
o mojarritas.
Por el puente no pasa casi agua,
sólo una espuma parda, pesada.
Y sin embargo somos muchos
los que nos movemos a su alrededor:
algunos van en auto o en bici,
otros patinan o corren,
yo camino,
es mi velocidad de pensar,
es el ritmo
con el que corto mis versos.
¿Y si viviera a orillas del Paraná
del Iguazú,
del Gualeguay?
¿Escribiría versos frondosos,
floridos,
fluidos?
Acá escribo
versos secos
que el viento vuela.



domingo, 15 de enero de 2012

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Hoy salí a caminar por la playa
el mar había dejado
un tesoro de almejas
piedritas
y caracoles rotos.
Encontré una piedra redonda
con el tamaño
y el peso justos
de una payana.
Me faltaban cuatro más
pero las que veía
eran demasiado grandes
o cuadradas
o arcillosas
o puntudas.
Las palabras
son a veces como payanas:
encuentro una redonda
bellísima
perfecta para jugar
pero después es muy difícil
encontrarle compañeras.
En la escuela había una nena
que jugaba con bolsitas de mijo
todas iguales
así cualquiera.


viernes, 13 de enero de 2012

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Un día Ana me dijo que nuestros apellidos nombran en italiano profesiones. El de ella, Ferrari, significa "herreros", los que seguramente forjaron el acero filosísimo del cuchillo preciso con el que corta sus versos. Mi familia, Murari, es familia de albañiles. Mi papá se pasa la vida entre planos y ladrillos, aunque él no pegue ninguno. Yo construyo pequeños bloques de palabras. Cuando tenga muchos me voy a hacer una casa toda de aliento, una casa de luz para habitar.



jueves, 12 de enero de 2012

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Escribir un poema perfecto
como una rama seca de eucaliptus:
los capullos marrones,
las hojas pardas
combadas con precisión;
un poema redondo
como una mañana celeste
de verano.



miércoles, 11 de enero de 2012

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El 2012 empezó para mí en Montevideo, en una terraza abrazándome con amigas y también con gente extraña, extranjera, brasileños que pronunciaban el saludo en un español raro, pero que por alguna razón sentí menos extraños que la familia prestada con la que me toca festejar a veces. Quiero empezar cada año en un país distinto, que cada brindis sea un presagio de un año lleno de aventuras, de un año de familias inventadas, amigables, azarosas, elegidas.